En imborrable recuerdo al venerable anciano Llum de la Selva que me bendijo como sucesor de su mensaje y despertar en esta tierra de Hispania y del que, hace ahora una década, recibí el bastón de poder de nuestros antepasados.
El mismo que a los 108 años, llegando a la cumbre más alta de la vida, hizo crecer sus alas de niño y emprendió el vuelo en los cielos luminosos de su eterna palabra.
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